«Dios te salve, Reina y Madre de misericordia», «Salve, Reina de los cielos», «Reina del cielo, alégrate, aleluya». Hace ya mucho tiempo que semejantes aclamaciones están en labios del pueblo cristiano a la hora en que cae la tarde (Conclusión de las Completas). Para el hombre de la Edad Media, la invocación a la reina iba asociada a la idea de la omnipotencia suplicante: al igual que Ester, que salvó a su pueblo de la destrucción, la reina poseía plenos poderes sobre el corazón del monarca, era la soberana mediadora del perdón.
En el siglo XX, acaso se asocie mejor la evocación de una reina con la esfera de la belleza y el perfecto éxito en la vida. Ahora bien, María es a la vez la perfectamente bella y la omnipotente.
Transfigurada aun en su propio cuerpo, se nos muestra, al octavo día de la Asunción, como el triunfo supremo de la Redención, el fruto más hermoso del árbol de la Cruz: la Mujer coronada de estrellas que «brilla ya como un signo de esperanza segura y de consuelo ante el pueblo de Dios que peregrina» (Conc. Vaticano II).
Mas también es la nueva Ester: como Madre del Hijo de Dios, del «príncipe de la paz», cuyo «reino no tendrá fin», se halla «a la derecha de Cristo» para obtener en favor de aquellos a quienes él llama sus hermanos «la gloria de los hijos en el Reino de los cielos». Esta doctrina ha sido enseñada siempre por los Santos y por el Magisterio de la Iglesia. El Papa Sixto IV, el 28 de febrero de 1476, escribía en la Constitución Apostólica Cum praeexcelsa: Al meditar y considerar devotamente las insignes excelencias de los méritos por los cuales la Reina de los cielos, Virgen Madre, gloriosísima de Dios, encumbrada sobre los tronos celestiales, brilla entre los astros como estrella de la mañana... León XIII, en 1894, añadía: La Virgen está realzada con diadema de estrellas por su Hijo Dios, sentada ante él como Reina y Señora del Universo.
Todos los Santos a una han cantado su realeza.
He aquí unos cuantos ejemplos: San Andrés de Creta: Salve, Reina de todo el género humano. San Juan Damasceno: María como Reina, Soberana, Señora y Madre verdadera de Dios, fue trasladada a las regias mansiones de los cielos, y puesta en posesión de los bienes de su Hijo, para que reciba los homenajes de toda criatura... porque el Hijo sometió a su Madre todos los seres creados.
San Bernardo: Contemplad a la dulce Reina del cielo adornada con la diadema con la que le coronó su Hijo. En su cabeza, dice San Juan, tenía una corona de doce estrellas. Digna ciertamente de ser coronada con estrellas aquella cuya cabeza resplandece mucho más fulgurante que los mismos astros, a los cuales más bien adorna que es por ellos adornada.
San Germán de Constantinopla: Reina de todos y más gloriosa que los reyes todos de la tierra....
Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo.
Saludo a la Bienaventurada Virgen María Salve, Señora, santa Reina, Santa Madre de Dios, María, que eres Virgen hecha Iglesia, y elegida por el Santísimo Padre del Cielo, que te consagró con su Santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito, en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien. Salve, palacio suyo; Salve, tabernáculo suyo; Salve, casa suya. Salve, vestidura suya; Salve, esclava suya; Salve, Madre suya; y vosotras todas, santas virtudes, que por la gracia e iluminación del Espíritu Santo sois infundidas en los corazones de los fieles, para que de los infieles hagáis fieles a Dios.
San Francisco de Asís
San Francisco de Asís
1 comentario:
Visitei este bonito e rico blog Mariano...
Pax Christi...
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