
PALOMA
«Jesús se bautizó, salió del agua y al punto se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él» (Mt 3,16). Este símbolo del Espíritu puede estar relacionado con la paloma que soltó Noé y que volvió con una hoja de olivo, signo de que la tierra volvía a ser habitable (cf. Gén 8,10-12). O con la esposa del Cantar de los Cantares (cf. 2,1.4; 5,2), como signo de amor.

FUEGO
«Aparecieron lenguas como de fuego, que se repartieron y posaron sobre cada uno de ellos» (Hch 2,3). En el A. T., el fuego es signo de la presencia de Dios, inaccesible y generadora de vida y acción (cf. Ex 3,2; 24,17; Sal 50,3; 97,3).

AGUA
«Así dice la Escritura: De sus entrañas manarán ríos de agua viva. (Se refería al Espíritu que habían de recibir los creyentes en él) (Jn 7,38-39). El agua, elemento necesario para la vida y signo de la renovación obrada por Dios (cf. Ez 47,1-12; Za 14,8), se convierte en el N. T. en el signo sacramental del nuevo nacimiento en el Espíritu, el Bautismo.»

EL ESPÍRITU NOS GUÍA
HACIA LA VERDAD COMPLETA. EL ESPIRITU SANTO SOBRE MARÍA Y LOS APÓSTOLES.
Jamás, en ningún momento de la historia, se ha dado una implicación tan total y profunda entre Dios y una creatura humana, como en María. La relación de la Virgen de Nazaret con las tres divinas Personas nos hace experimentar el vértigo del misterio y nos obliga a prorrumpir en estas palabras extasiadas de Francisco de Asís: «Santa María Virgen, no hay ninguna igual a ti, nacida en el mundo, entre las mujeres; hija y esclava del Altísimo Rey, el Padre celeste, Madre del Santísimo Señor nuestro Jesucristo, esposa del Espíritu Santo; ruega por nosotros».
La imagen de la relación nupcial entre el Espíritu y María, está queriendo expresar dos realidades. Primera, que nunca el Espíritu de Dios ha penetrado tanto en una persona humana, adueñándose totalmente de ella, transformándola y convirtiéndola en puro instrumento suyo, como lo hizo en la Madre de Dios. Y segunda, que nunca una persona se ha dejado poseer y guiar por el Espíritu con total disponibilidad y confianza como María. De ahí que la acción del Espíritu en María sea un lugar privilegiado para comprender mejor su acción en todos nosotros. Y que, igualmente, la libre y amorosa colaboración de María con el Espíritu, sea el modelo de toda relación con el Espíritu santificador.