Soberana María que por vuestras grandes virtudes, y especialmente por vuestra humildad, Dios quiso escogerte para que seas tú su madre; os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.
Jesús fue un bebé en el vientre de su madre. Consideremos su pequeñez, su total dependencia, como niño, en su madre. Adorémosle porque ese bebé es Dios. Consideremos que el niño es el Señor de toda la creación a quién obedecen los ángeles. Es mas poderoso que todos los ejércitos que jamás existieron o existirán. Viene, sin embargo humilde y débil para enseñarnos a amar.
¡Oh dulcísima Madre! Comunicad me algo del profundo recogimiento y tierno amor con que le recibisteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. - Rezar: Avemaría, y pedir intención.
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